Siempre nos enseñaron que
la competencia es parte de la vida del hombre y la mujer, que la competencia es
parte de la naturaleza, del mundo donde vivimos. Que la competencia es anterior
a la concepción, antes de nuestra misma creación, cientos, miles, millones de
espermatozoides compitiendo por llegar primero al óvulo, porque solo uno puede
ganar, porque solo uno puede sobrevivir.
Tan arraigada tenemos la
competencia que la adaptamos a todo lo que nos rodea, como los dedos que
sujetan el mantel para sacudirlo y ponerlo extendido sobre la mesa, toda
nuestra realidad, nuestra conciencia, es desplegada desde un punto para darle
un sentido a nuestra realidad, competir.
En el ámbito educativo,
ya desde los albores de nuestra razón se encuentra un sistema educativo
competitivo, tus compañeros de colegio son un competidor más, “ser el mejor” es
una de las consignas a seguir. Y ojo, no quiero decir que intentar ser el mejor
este mal ni mucho menos, mejorar siempre debería ser una búsqueda interna, pero
en este caso la pregunta que debiera hacer uno es: ¿Para qué? Porque al final
existe mucha diferencia entre ser mejor, y ser el mejor.
Luego está el ámbito
laboral, y es en éste punto donde me gustaría hacer énfasis, porque desde luego
es donde pasaremos el mayor tiempo de nuestras vidas. Es aquí donde la
competencia tiene un carácter prioritario y casi exclusivo. Competís por un
mejor salario, por un mejor puesto, por mayor reconocimiento, para obtener
mayor influencia, si trabajas en relación de dependencia, si sos dueño o
manejas los hilos de una empresa, competís para bajar los precios, para vender
más, para ser más eficientes, en fin
para obtener mayores ganancias. Todo
esto pareciera tener sentido, ser correcto y lógico, desprendiendo lemas
como “la competencia, beneficia al consumidor”, “la competencia mejora los
servicios/productos”, y todo esto parecería cierto. Pero, ¿La competencia es
siempre buena entonces? ¿Siempre nos ayuda a mejorar? ¿Por qué necesitamos
competir para mejorar? ¿Por qué tenemos que competir para realizarnos como
personas?
Entonces ¿Hasta dónde es
buena la competencia?, si para ser más competitivos tengo que pagar peores
salarios y así bajar el costo laboral, si para que la gente acepte peores
salarios tengo que forzar la situación, precarizar el trabajo, si para forzar la situación tengo que
extorsionar y/o reprimir, ¿dónde quedo la competencia que mejora? No, no y no,
la competencia solamente es buena para quien se queda con la renta, para el
resto no hay una meta, no hay un final con bandera a cuadros, ni un trofeo, ni
medallas, ni guirnaldas, ni papelitos, ni aplausos, ni champagne. Hay peores
condiciones, hay explotaciones, hay maltratos, hay esclavitud, y lo peor, no
hay final.
¿Qué hacemos entonces con
el trabajo?, es lo que deberíamos preguntarnos, es lo que deberíamos charlarlo,
lo que debemos debatir, lo que debemos consensuar entre todos. El trabajo es de todos, y no es de
nadie, por lo tanto si el sistema no nos
deja elegir como queremos trabajar, cambiémoslo, no sería la primera vez que
pasa.
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